Un altre divendres amb vosaltres i un tema “EL DIA A DIA “.
Otro viernes con vosotros y un tema: “EL DÍA A DÍA”
Pienso que sentirse identificados en casi todo cuanto cada una de nosotras redactamos, os ayude a entender vuestro proceso y os pueda, desde la distancia, acompañaros y sentir que todo cuanto este duelo os haga vivir, está dentro de la normalidad.
Este sería nuestro deseo.
Sobrevivir a la persona que lloramos, que queremos, que nos ha dicho adiós no es fácil y necesitamos tiempo.
Dicen y preguntan ¿cuánto tiempo?, el que cada uno necesite. Porque cada uno es como es y todos tenemos unas circunstancias, un entorno y una edad.
Si se diera a este proceso la importancia que tiene en nuestras vidas desde siempre, quizás tendríamos los recursos necesarios para enfrentarnos a tanto dolor y nos sería más fácil lidiar con él, cuando nos tocara vivirlo.
¿Nos echaríamos a la mar si no supiéramos nadar? La respuesta la sabemos todos. Si los pequeños no saben nadar les pondremos toda clase de flotadores y poco a poco se les enseña a que naden hasta que aprenden.
El que debe pasar por un duelo es un niño pequeño que debe entrar en un gran mar de dolor, de tristeza, de añoranza, de…. y ha de aprender a vivir un mundo desconocido del que creo merece ser acompañado primero y darle cada uno su tiempo para que encuentre sus recursos para saber navegar y si es posible enseñarle que pueda volar desplegándole las alas de una sabiduría oculta que todos tenemos y que en nuestros años de Escuela o Facultad no era asignatura que debíamos de aprobar.
Por eso un Duelo no es un año, ni dos, ni tres, son los años que cada uno necesita para contactar con su saber sabio y luego aprender a vivir en ese mar que no hubiéramos querido vivir nunca.
María Dolors (Lola)
Montse Larré: EL DÍA A DÍA
Cuando uno de nuestros pilares desaparece, padres, hijos, pareja, hermanos, amigos, una de las tareas a trabajar es la de ser capaces de elaborar nuestro día día ante la nueva realidad y ver qué pasos debemos seguir para poder lograrlo.
En mi opinión, cada caso es totalmente diferente, como cada uno de nosotros somos distintos, dependiendo del entorno particular, nuestra situación en todos los ámbitos, el familiar, el económico, el afectivo, la edad, la salud, porque de ello dependerá de cómo podemos enfocar nuestra vida a partir de ese momento.
Cuando nos encontramos en esa etapa de duelo se nos hace casi imposible poder seguir viviendo, nos vemos incapaces de organizar nuestra vida y volver a una vida en la que sentirnos mejor y sobre todo, hallar un sentido para seguir.
Lo importante es hacer acopio de fuerzas para buscar aquello que nos pueda llenar la vida, y para ello no hay fórmulas mágicas, lo que a una persona le pueda ir bien a la otra no.
Si en el momento en que nos ocurre tenemos un trabajo, aunque en los primeros momentos no podamos desempeñarlo, volver a reanudar esa actividad nos puede ser de gran ayuda, nuestra autoestima se verá beneficiada.
Si por el contrario no trabajamos, es bueno buscar una actividad, ya sea como hacer física como: piscina, gimnasia etc., fomentar hábitos como la lectura, el estudio, la música, cualquier actividad artística: como la pintura, el teatro, colaborar en alguna ONG, en la que poder prestar nuestra ayuda. Todo lo que nos ayude a que nuestra mente estar ocupada, es válido.
Al principio no es fácil. Requiere un “empujoncito”. Pero una vez estamos encarrilados, nos damos cuenta de que ha sido una buena decisión.
En mi viaje en esa búsqueda y después de un año de la muerte de mi hija, me di cuenta de que debía hacer algo con mi vida, no trabajaba y años atrás había dejado unos estudios inacabados, que siempre tuve en mente poder terminar, pues ahí enfoqué mi esfuerzo, y en la actualidad pienso que fue una de las mejores decisiones que he tomado, pues de ahí surgieron otras cosas, como colaborar con alguna ONG, dedicar el tiempo en ayudar a otras personas es muy gratificante.
Os puedo decir que planificar ese DÍA A DÍA, es como el que teje una gran labor manual, hay puntos fáciles, que no cuestan de dar, a veces se teje muy apretado, a veces se teje muy flojo, con nudos difíciles de desatar, a veces se nos acaba el hilo, a veces perdemos la aguja, pero que una vez acabada, uno no se puede sentir más satisfecho.
Montse.
Rosa María M.: EL DIA A DIA
El afrontar el día a día día tras una pérdida, es una primera etapa del duelo que no es fácil, porque significa desafiar los cimientos de todo lo que ha sido hasta entonces nuestra vida sin sobresaltos.
La experiencia dice que es mejor no aplazar mucho el volver a casa, quedarse sola en ciertas ocasiones e intentar recuperar una cierta normalidad pero, nadie es capaz de decir cuando es ese “lo antes posible “, puesto que todos somos distintos de manera de ser y necesitamos nuestros tiempos y debemos seguir el ritmo que nos dicte el corazón y el estado físico, no el que nos diga nadie.
Como dice una gran conductora de grupos de duelo….: antes teníamos un gran castillo, donde alojábamos a todos nuestros seres queridos, que se destruyó con la pérdida, pero mientras trabajamos el duelo, poco a poco vamos construyendo una casa agradable y acogedora en la que vivir y recuperar la paz interior con la que podamos llevar una vida, ni mejor ni peor, tan solo distinta.
Nada ni nadie debe imponernos el ritmo a seguir, cuidémonos e intentemos hacer todo aquello que nos dé momentos, aunque sean cortos, de cierta paz. Intentemos ponernos horarios en nuestra nueva vida, siempre sin forzarnos. No es para nada fácil pero, poco a poco, se consiguen instantes cada vez más largos sin decaimiento y se puede interrumpir más a menudo esa especie de película machacona y repetitiva que tanto dolor es capaz de darnos.
Como una vez dijo una persona del grupo “ojalá pudiera cogeros en brazos y haceros saltar estas primeras etapas”.
Los grupos, en que todo el mundo ha pasado por lo mismo, siempre serán un lugar de compresión y entendimiento.
Hemos de rodearnos de aquellos de nuestro entorno que sean positivos para nosotros.
Rosa María.
Maria Dolors ( Lola) “Mi DIA A DIA”
Os he copiado trocitos de mi libro vivencial “TENGO UN ÁNGEL EN EL CIELO” y de cómo vivía el día a día.
Pasado los años y ante el ordenador, leo a mis compañeras y estoy totalmente de acuerdo con todo cuanto os han redactado, porque han sintetizado brillantemente “el día a día”.
Yo me he permitido abrir una puerta que me prometí no dar a conocer, ni publicar del cómo viví, ni cómo se llamaba mi día a día.
Lo redacté desde mi alma y corazón roto en mil pedazos y ya hace mucho, mucho tiempo que me he dado cuenta que todos, sin excepción, ayudaron a mí caminar y acunaron mis lágrimas.
Gracias a mi marido, a mi hijo, a mi familia y a todos quienes, a su manera, de llegar hasta mí, me enseñaron a vivir y sentirme afortunada y de sentirme hoy tan querida.
Del capítulo “vivencia personal”
Al mes y medio y ante la imposibilidad de volver a coger las riendas de mi vida, pedí ayuda al teléfono 010.
Todos los que se habían acercado a mí, habían fracasado estrepitosamente. Sólo me hablaban del tiempo. Según ellos todo era curado y olvidado por él.
¡Qué equivocados están!
Hoy les diría que el término “curado” lo he reemplazado por “aprendizaje”. He aprendido a vivir sin mi hijo Andrés. Pero no le he olvidado. Hoy, más que nunca, lo tengo presente siempre. Él sigue siendo, para mí, mi mejor maestro en cuanto he descubierto que sólo viviendo el presente, en el que él vivía, como lo único que de verdad se te da, valoras más todo cuanto te rodea o respiras.
Antes de esa llamada, acudí a mi médico particular, para comunicarle el deseo de morir, pues la angustia y el sentimiento desgarrador que yo sentía en mi alma era insoportable. Exactamente, no recuerdo qué medicación me recetó, sé que me aturdía y me invalidaba, pero no atajaba el deseo que en mi mente revoloteaba siempre: “YO DESEABA MORIR”.
También acudí a un sacerdote amigo, que el mejor de su saber sacerdotal me escuchó y todo cuanto de bueno quiso transmitirme para apaciguar mi desesperación, fue inútil.
Continué viéndoles durante largo tiempo. Me agarraba a todo aquello que por unos momentos me dejara respirar, pero no era suficiente. Parecía una autómata.
En mi modesto parecer sentí que todo aquello a lo que había recurrido, era insuficiente para encontrar las fuerzas que yo necesitaba para adentrarme en el mundo del dolor y vencerle. El tiempo que pasé buscando a quién pudiera ayudarme, no lo puedo medir. Lo que sí recuerdo que desde el primer momento supe que debía buscar ayuda cuanto antes, pues nadie se muere hasta que le llega su hora y yo sabía que aunque mi deseo era el de irme ya, si no ponía remedio, mi vida hubiera sido un infierno siempre.
Después de siete años trabajando mi duelo día a día, me di cuenta del camino recorrido desde aquélla llamada al 010. Un largo camino de dolor que poco a poco se ha ido mitigando con el paso de un tiempo al que le he dedicado mi vida en pos de encontrar las herramientas que a mí me han servido para seguir por este mundo, a veces absurdo y otras buscando el sentido a mi vida para que ésta tuviera razón de ser.
Al encontrar el “Grupo de Duelo”, fue para mí el hallar el espacio sin tiempo para elaborar y reflexionar todo cuanto sin sentido tiene la muerte de un hijo. Todos los viernes, junto a otros padres y personas que habían perdido un ser querido, me dieron la oportunidad de elaborar mi duelo y transformar mi dolor en sabiduría.
En aquéllas horas, hoy lejanas para mí, pude “vomitar” sin cortapisas todo cuanto de lágrimas, rabia, impotencia, miedos, culpabilidad, tristeza, añoranza y más, hacían de mí un “pelele”, un ser humano que, por perder, había perdido todo sentimiento. Todo lo que me rodeaba no eran suficientes flotadores como para agarrarme a una vida que había perdido todo cuanto me ofrecía sin Andrés. Con él se había ido, entonces, mi proyecto de futuro, mis ilusiones, mi alma.
Viernes, uno tras otro y sin perder uno, me enfrenté al dolor, pues me di cuenta que éste era, hasta entonces, un gran desconocido para mí. Su crueldad era tal, su prepotencia en masacrarme cada minuto era de tal calibre que entendí que me enfrentaba al peor de los enemigos al que no podía vencer con todo lo convencional que me ofrecía el mercado de la medicina, ni del apoyo moral que podía recibir de todos aquéllos que, como sabían o podían, intentaban paliar con los únicos medios que conocían.
Creed que para mí ha sido un esfuerzo diario durante mi duelo el aparentar que todo está bien y también muy duro el relacionarme. Y cuando terminaba el día y me encerraba en mi hogar, me sentía agotada de tanto aparentar para que nadie se sintiera incomodo a mi lado y de este modo no sentirme rechazada.
Y hasta aquí el día a día de unos años vivenciales, que no deseo a nadie.
Poco a poco y sin correr empiezas a reconstruir no el castillo al que solo le faltaba, la bandera, sino un hogar distinto pero con un montón de ventanas donde sin darme cuenta, entró de nuevo la luz y el calor de hogar.
Cuidaros, cuideu-vos i fins el proper divendres
Maria Dolors Estivill Martínez (Lola)
Que razón tenéis las tres,yo aún cómo dice Lola a veces me gustaría poder irme con Noemí,pero luego pienso en mi marido José en mis hijos nietos y me doy cuenta que no puedo arrebatarles también mi presencia,aunque me cueste la vida misma en seguir adelante,pero poco a poco espero poder volver a tener ilusión por las cosas ,ilusión que perdí el 18 de Enero del año pasado,quiero daros las gracias a vosotras tres y a todo el grupo por sentirme tan arropada y comprendida,un abrazo muy muy fuerte