TEMA: “LA MUERTE UN TABÚ”
De nuevo con vosotros para hablaros de un tema no fácil de compartir y que cada una de nosotras tres intentaremos, desde nuestra visión, redactar con el mejor deseo de enfrentarse a él desde nuestras vivencias.
“LA MUERTE UN TABÚ”, por Rosa María M.
Es fácil observar cómo, cada vez más, la muerte y todo lo que la rodea se ha convertido en algo que se oculta, de la que no se habla, de la que ni siquiera socialmente es correcto o aceptable comentar.
No era así años atrás, cuando la muerte formaba parte de la vida cotidiana y nadie la ocultaba, ni utilizaba los eufemismos que se utilizan ahora para no nombrarla directamente: “Descansa en paz”, “se ha ido”, “ha fallecido”, “nos ha dejado”, -decimos-.
La muerte no se puede esquivar, es una consecuencia de estar vivos y es un camino que tenemos que recorrer. Parece que la sociedad actual solo quiere personas constantemente felices, entusiastas, sin ninguna pena que las aflija.
Pero eso es una falacia, una mentira. Todos sabemos los altibajos que tiene la vida y cómo el mejor modo de vivir es adaptándose a los cambios. Negar lo evidente solo nos lleva a la confusión, a la incomprensión y a la tristeza.
Hace poco tiempo charlaba con un niño de siete años muy vivaz y activo pero que mostraba una gran preocupación. Cuando le pregunté por qué estaba tan mohíno me dijo: “Es que… el abuelo Quique…está de viaje, como siempre, pero esta vez ya hace mucho tiempo que se fue y ni siquiera nos llama….”. Y añadió: “¿Tú crees que ya no me quiere? ¿Se habrá olvidado de mí?” Yo no era la persona indicada para contarle la verdad y decirle: “el abuelo murió en marzo de este año”. Así que intenté dar un giro a la conversación para desviar su atención.
Más tarde hablé con su familia y les pregunté: ¿Qué es peor para el niño? ¿Que el abuelo haya muerto o que ya no lo quiera y lo haya abandonado? El temor de hablar de la muerte nos puede llevar a producir daños colaterales mucho más nocivos que tener un duelo sereno y arropado por todos. No quiero estigmas que separen, ni etiquetas que dividan, quiero sentir y ver el dolor que existe y me ha tocado vivir.
“LA MUERTE, UN TABÚ”, por Montse Larrè
El concepto que podamos tener de la muerte dependerá, en gran manera, de la cultura y más concretamente de la religión en la que hayamos sido educados.
Es un hecho tan certero y a la vez tan temido y desconocido, que lo podemos considerar como un tabú. Ese tabú viene de la trascendencia de la muerte, pero es que, personalmente, creo tiene el mismo valor que la vida. ¿Cuál es el origen de la vida? ¿Qué sentido tiene nuestra existencia? ¿Después de la vida qué hay? Y tantas y tantas preguntas que el ser humano se hace, llegando a la conclusión de que la muerte es un gran misterio y que debemos asumirla como algo que debe dar sentido a nuestras vidas.
Es cierto que en muchas sociedades y culturas la “muerte” tiene otro sentido, es como un paso más de nuestra existencia y que cuando uno muere no es más que un hecho tan normal como la propia vida y es aceptada con más naturalidad.
En nuestra sociedad la muerte es considerada como un fracaso, ya que en ella priman la juventud, la vitalidad, la invulnerabilidad, por lo que la ocultamos en los diferentes ámbitos de la vida, el familiar, con los amigos, en el trabajo etc., está como si no existiera, no la mostramos para nada y de la que casi nadie habla hasta que nos toca muy de cerca y entonces consecuentemente no sabemos cómo afrontarla y lo cierto es que todos los seres humanos tenemos que pasar por ello, tanto por la muerte de nuestros seres queridos como por la propia. No se nos prepara para la muerte. Cuando somos pequeños, se nos oculta totalmente y no se nos da la oportunidad de poder despedirnos de las personas cercanas que fallecen.
Hace unos 18 años murió un tío mío y mi hijo pequeño tenía 9 años y lo llevamos al funeral y mientras escuchábamos el responso que hacía el sacerdote, paró y nos felicitó por haber traído a un niño allí, ya que no era lo habitual, diciéndonos que era bueno que los niños se despidieran de sus seres queridos, que era una realidad como cualquier otra en la vida, ¿No los sentamos a la mesa en Navidad? ¿No los llevamos con nosotros a una boda? ¿Y cuando los llevamos a una clínica para conocer a un nuevo miembro de la familia que acaba de nacer? Pues ¿por qué no se lleva los niños a un funeral?
La verdad es que me hicieron pensar mucho esas palabras confirmando que la sociedad huye de la muerte, que solo aceptamos y apoyamos las cosas buenas, pero es que la vida se compone de todo, de cosas buenas y de cosas que no lo son tanto, y que el ver la realidad de la muerte no solo nos debe servir para entristecernos, sino que nos debe servir para valorar con más fuerza la vida y valorar cada instante y no dejar escapar ni un momento, sin malgastar el tiempo, lo más valioso con lo que contamos.
Todos tenemos miedo a morir, pero muy pocos lo manifiestan, pensemos en que si alguien muere es porque ha tenido la oportunidad de vivir y que en nuestras sesiones, LA VIDA ES BELLA, no la desperdiciemos.
“LA MUERTE UN TABÚ” por María Dolors Estivill
Casi siempre la muerte ha sido un tema tabú, un tema que acarrea el plantearse también la de uno mismo.
Cuando hablo con una de mis hermanas sobre la muerte, lo hago con la seguridad de saber más del “porqué de nuestras vidas”. Hablar de ella es plantearnos el día a día como una oportunidad que se nos da para aprender.
Cuando conscientemente entendemos que somos finitos y de que la muerte vive como compañera invisible, empiezo a valorar las pequeñas cosas. Cambia el valor de otras y, sobretodo, en las vicisitudes, en vez de doblegarme, me enseñan a ser fuerte y a no olvidarme de que la vida es “eso”, un montón de vivencias que pueden enriquecer tu vida o simplemente mandarte a los infiernos.
Durante mis cuarenta y cinco años había vivido las muertes de mis abuelos, de mi hermano pequeño, de mi suegro, de mi cuñado, con dolor, acordándome siempre de ellos con cariño, habiendo deseado vivirlos más años para enriquecerme de todos ellos con su manera de ser, por lo que me querían, por ser parte de una gran familia que menguaba, porque el azar o la enfermedad o la vejez hacía acto de presencia en un momento puntual y debías aceptarlo como lógico.
Después de cada una de esas muertes, se desencadenaba un mecanismo social que, sin querer, o queriendo, es el de “querer olvidar”, pues poco a poco se dejaba de hablar de aquél ser querido.
Cuando salían en alguna conversación, otro intentaba cambiarla con un tema distinto y, sin darte cuenta, pasaba a ser un recuerdo que yo guardaba para mí en algún trocito de mi corazón, que no se me permitía compartir y jugaba al mecanismo que, como he dicho, del no hablar, de olvidar y sustituirlo sin darse cuenta de que “sin ellos, también se puede vivir”.
Pero la verdad es que siempre los he tenido muy presentes.
Hoy me doy cuenta que vivía, que quería vivir a espalda de ella, también porque la temía. Cuando se hace presente, no hay marcha atrás y aunque no lo quiera reconocer, huía hablar de ella por miedo. Porque todos sabemos que la muerte existe desde que existe el hombre sobre la Tierra. Pero para mí era más fácil vivir sin ella.
Cuando vives momentos de gozo, de plenitud, de no grandes problemas, la muerte vivía, para mí, en los hospitales, en la televisión, en los periódicos,…, lejos de mí.
Entiendo, y hoy puedo comprender, que los que viven sin grandes contratiempos, esto que pueda contar les suene a “filosofía barata”. Pero, Dios no lo quiera y la vida no les ponga en la encrucijada de preguntarse si vale la pena vivir, cuando por tener no tienes ni fuerzas, ante la muerte de un hijo, de una esposa……
Si hoy son economistas, médicos, arquitectos, abogados, jueces o simplemente personas de a pie, “NADA, repito NADA” de todo cuanto han aprendido, nada les sirve para aprobar esta carrera humana llamada “VIDA”.
Hoy puedo afirmar que, dentro del abanico que se nos da para realizar un duelo ante la pérdida de un ser querido, esta psicoterapia específica que impartimos en nuestros Grupos de Duelo, es una de esos caminos que pueden abrir un nuevo servicio para solucionar el problema de la cronicidad y romper esas estadísticas tan pesimistas que, los profesionales y autores que he escuchado y he leído, hablan y escriben sobre las consecuencias de un duelo no resuelto
Entonces me pregunto ¿Por qué debemos esconder la muerte? ¿Por qué países que nosotros llamamos tercermundistas, tribus en lo más recóndito de la Amazonia, o los Aborígenes de Australia, saben enfrentarse a la muerte, sin tanta tecnología, sin tanto saber universitario, con la sabiduría del que la esperan como un momento sublime y especial? Si a mí, desde pequeña, no me la hubieran ocultado, si me hubieran explicado que no todos debemos cumplir un ciclo completo de vida, que no sólo mueren los abuelos y que el morir forma parte de ti desde el momento que naces, posiblemente hubiera tenido esa sabiduría necesaria, para enfrentarme a ella.
Cuando llegas a la comprensión forzada como yo, a los 45 años, es un trabajo demasiado duro. Cuando llegas a la comprensión desde una educación de finitud desde siempre, el trabajo, estoy segura, siendo duro, es más llevadero y no por esa cultura nuestra inexistente que nos aparca la muerte para vivir mejor. Y yo pregunto, ¿y luego qué?
Esconder la muerte, nunca. Entenderla, siempre.
Quiero terminar y deciros que cuanto más presente tengo la muerte, más valor le doy al vivir un nuevo día.
MUERTE, TE SIENTO CERCA:
– A veces me pregunto si eres mi amiga o mi enemiga.
– A veces creo que me mimas,
otras sé que intentas herirme.
– No soy capaz de sentir,
si te sientes bien a mi lado.
Lo que sí sé, es que debemos respetarnos.
– Soy libre para hacer o deshacer,
de dibujar en pincel gordo o delgado
la obra de mi caminar,
y tú, impasible y silenciosa,
no sé si te ríes o lloras.
– Podrías hablarme de cuán cómoda
te sientes a mi lado,
o de tus penas que son mías, seguro.
– Hemos llorado juntas muchas veces y te he llamado otras mil, pero tú, muerte, seguirás sólo dejándome olerte.
– A veces, muerte, te tengo tan cerca,
como aquel día 20 de Diciembre.
No sólo te olí, sino que estuviste presente.
– No te quiero hoy más
que como acompañante silenciosa.
– Porque sólo así sabré qué valor tiene mi vida.
– Cuando en el ocaso de mi caminar
vuelvas de nuevo a mostrarte cruel,
espero irme contigo como amiga,
porque sólo así habré entendido,
el VALOR DE LA VIDA.
(Copiado, en parte, de mi libro registrado:“TENGO UN ÁNGEL EN EL CIELO”)
María Dolors Estivill Martínez (Lola)
Un abrazo y hasta el viernes próximo, fins divendres!!!
María Dolors Estivill Martínez (Lola)
Primero felicitaros a las tres Rosa María, Montse i M Dolors.. Pues habéis explicado en letras lo que tantos días intento entender porqué? Porqué mí hijo porqué tan pronto? Y la verdad es que para morir solo hace falta estar vivo y desde el momento que nacemos la muerte esta justo ahí al lado nunca nos ha dejado, solo que nosotros estamos distraídos viviendo sin pensar que en cualquier momento y en cualquier lugar te puede visitar . Desde que estoy con vosotr@s en nuestro Duelo, siempre cada día me aportais. Gracias🙏💕.
Es un privilegio contar en el mundo con personas cómo vosotras, como Lola, Rosa Maria y Montse, vuestros comentarios y vuestra sabiduría estoy segura que están y estarán ayudando a muchas personas a entender nuestra vida y nuestros miedos.
Un abrazo
Mari Carmen