TEMA: “DUELO EN HERMANOS E HIJOS”
INTRODUCCIÓN:
La nueva primavera nos recuerda la del 2020. Fue un tiempo que creíamos vivir ante la incertidumbre de un virus que se extendía mundialmente, sin esperar que pudiera causarnos un largo tiempo de confinamiento con una normativa y unos recursos que no teníamos para hacerle frente.
Poco a poco nos dimos cuenta del calibre y la potencia de ese enemigo y confiamos plenamente en nuestros sanitarios, en la ciencia y en quienes entendieron, desde el minuto uno, que debería hacerle frente sin armas pero con la implicación de todos.
Lo que no contábamos es que, paralelamente, la economía mundial se desvanecía si no se implicaba ayudando al mundo científico.
He leído que:
¡Nunca habrá un borrador
para corregir el pasado,
pero siempre habrá un lápiz para escribir el futuro!
No nos podemos relajar y todos sabemos que debemos seguir las normativas que nos reclaman: mascarillas; lavado de manos; distancia y ser responsables individualmente, para evitar el gran número que, aún, se da en las distintas olas de contagiados y muertes irreparables.
Hasta que las vacunas no lleguen en cantidades necesarias y la estrategia sea administrarlas puntualmente, debemos pensar en nuestra sociedad, que detrás de las mascarillas se lee en sus ojos, cansancio y tristeza.
- “DUELO DE HERMANOS E HIJOS”, por Rosa María M.
Cuando la muerte de nuestros seres queridos llega, nos sentimos arrasados, tendemos a encapsularnos, a encerrarnos en nosotros mismos y nos quedamos sin la capacidad de estar presentes en nuestro entorno, lo percibimos todo de un modo lejano y sin capacidad para dar el apoyo que otros, también dolientes, necesitan.
Podemos comunicar la triste noticia a hijos o a hermanos, pero nuestro dolor es tan intenso que entramos en un proceso de caos mental y confusión, que no nos deja tener una reacción ideal y positiva hacia los otros.
Paso a explicar dos casos que viví y que pueden ilustrar este tema:
* El primero es el caso de una mujer viuda que, tras tiempo de trabajar con el Grupo y estando en una fase de recuperación, empezaba a acudir de una forma más esporádica a nuestras reuniones.
Ocurrió que uno de esos días, se encontró con una mujer joven que hacía poco tiempo que había perdido a su padre y que empezó a hablarnos de cómo se sentía, de cómo lo estaba viviendo y de lo difícil que le resultaba darle ánimos a su madre.
Intentaba sobre todo que ella no la viera llorar porque creía que su madre todavía se sentiría mucho peor. El Grupo estaba en silencio atento a las explicaciones y de pronto se oyó la voz sollozante de la mujer viuda que decía: ¡Dios mío! ¿Cómo he tratado a mis hijos? Ahora me doy cuenta de que no les apoyé lo suficiente.
Este hecho provocó un gran impacto en el Grupo que nos hizo pensar y reflexionar largo tiempo.
* El segundo caso del que fui testigo, fue el de una madre de unos cuarenta años que me contó que su hermano y ella habían quedado huérfanos de padre a una edad muy temprana (nueve años su hermano y seis ella). Les sacaron de casa por unas horas sin decirles nada, sin prevenirles, ni explicarles y, al volver a su casa, les vistieron de luto hasta que al cabo de un rato, que se les hizo eterno, apareció su madre enlutada, con los ojos muy hinchados, se acercó a ellos y les dijo: “Ahora estamos solos los tres”. No pudo decir ninguna otra palabra.
La mujer joven nos explicó que en ese momento su hermano y ella se sintieron crecer y casi se creyeron adultos, así que pactaron que a partir de ese momento eran responsables de cuidar a su madre.
El gran temor de aquella mujer era el pensar cómo afrontaría el trance en el caso de perder a sus hijos. Si sería capaz de asumirlo.
Debemos tener dos cosas muy claras en el momento de un fallecimiento. Seguramente no tendremos, (ni tenemos porqué), la capacidad de afrontarlo todo. Deleguemos, pues, en alguien de confianza y con buen hacer para que nos ayude con los más pequeños, así no será tan traumático para ellos. Y hablemos con ellos de cómo se sienten y de cómo nos sentimos nosotros.
El silencio nunca es la solución.
Respetemos el modo de sentir el duelo de todos y cada uno, cada persona tiene su modo de vivirlo y ninguna es mejor que otro.
Rosa M.
- “DUELO DE HERMANOS E HIJOS”, por Montse Larré
DUELO EN LA INFANCIA Y EN LA ADOLESCENCIA
La muerte de un ser querido dentro de un núcleo familiar deja huella a todos los miembros y también a los más jóvenes.
Siempre teniendo en cuenta la particularidad de cada caso, los niños ante la muerte generalmente reaccionan con tristeza ya que el entorno en el que se desenvuelven vive con tristeza, aunque ellos lo manifiesten de forma diferente como lo vivimos los adultos, dependiendo, claro está, de la edad y del proceso de maduración de cada niño/a o adolescente.
En principio, visto desde la perspectiva de adulto, la reacción del niño o adolescente ante la muerte es, muy a menudo, una incógnita puesto que a pesar de que todos hemos pasado por esas etapas, nos da la sensación de que ellos deben quedar al margen del duelo por la muerte de alguien querido y así nos da la sensación de que les libramos de sufrimiento. Creo que el trato que debemos tener con ellos es de la forma más natural posible y conforme al estado de ánimo del entorno que nos rodee, pero nunca dejarles al margen, manteniéndoles en una burbuja. Esa actitud hacia ellos solo puede llevarles a que en el futuro no puedan afrontar las circunstancias en las que van a tener que vivir en su vida adulta. Al niño se le debe proporcionar ayuda emocional para que pueda elaborar su propio proceso de duelo.
En cuanto a la adolescencia creo que se suman otros factores, como el de la imposibilidad que tienen para expresar sus sentimientos. Debemos ser tolerantes ante reacciones que puedan tener y sobre todo esa persona que ha fallecido tenerla presente y hablar de ella siempre que se pueda. También puede pasar que parecen indiferentes y no es así, no quieren sacar el tema por si alguien se desmorona. Indudablemente, al igual que en los adultos, si es necesario, se puede recurrir a la ayuda profesional.
A mi edad ya he asistido a muchos entierros y velatorios y he de decir que raras veces he visto a niños y pocos adolescentes. En el entierro de un tío mío, llevé a mi hijo que tenía nueve años al tanatorio y en la ceremonia recuerdo que el sacerdote que la ofició nos felicitó por hacer partícipe de ello a un niño, ya que no es lo habitual.
La experiencia que tengo en adolescentes y niños es poca. El hijo de una prima, que en el momento de la muerte de mi hija no llegaba a los dos años, sin nosotros decirle nada, le enviaba besos al cielo para la prima. Otra experiencia es la de mi otro hijo al morir su hermana, con 17 él lo sintió de la misma forma que cualquiera de mi familia y amigos pero en mi casa no hablaba de ella, por su carácter tímido y por no añadir más pena a la que teníamos.
La muerte no debe ser un fantasma para los niños y adolescentes- El no haber hablado, llorado, explicado algo de esa persona que nos ha dejado, a la larga, puede despertar preguntas e incógnitas y se pueden haber sentido excluidos de su familia en aquellos momentos tan importantes.
Montse Larré
- “DUELO DE HERMANOS E HIJOS, por Maria Dolors Estivill
Hablar en segunda persona del dolor de unos pequeños, de unos adolescentes o, más tarde, de ya adultos, no es fácil.
Son años de voluntariado de vivirlos junto a hermanos e hijos donde me han trasmitido su dolor, tristeza y añoranza, desde como lo verbalizan o simplemente leyendo sus ojos, pero con la seguridad de que si caminamos junto a ellos sin hacer mucho ruido les ayudamos a seguir a pesar de…
Todos somos distintos en manera de ser, y debemos de entender que la teoría expuesta no es universal, que cada ser humano tiene distintos factores que condicionan su duelo y debemos ayudarles a que sean ellos, desde nuestra empatía, de nuestra compañía incondicional, desde el creer en ellos aunque el duelo se alargue en el tiempo, que si no les fallamos volverán a sonreír, volverán a vivir.
El entorno de nuestros hijos, aun viviendo en el mismo hogar, tenemos todos distintas vivencias, porque todo se ha volteado de tal manera y en todos los sentidos, que buscan sin buscar entre sus capacidades cada uno cómo afrontar la situación que la muerte les ha planteado en el nuevo caminar sin la persona que amaban, que compartían juegos, risas, mil momentos que, como una ametralladora, les debe taladrar su mente sin saber qué hacer con sus sentimientos heridos.
Todos tienen capacidades para huir en un momento de ellos pero no les es fácil y debemos respetar sus silencios, su tristeza y el parón que hay en su vida.
Inconscientemente saben que deben seguir y no les es fácil como para que nosotros, los que vivimos y seguimos compartiendo su vida los podamos entender en su totalidad, porque en aquel momento ni nosotros sabemos cómo aceptar la situación y seguir viviendo. Debemos de amarlos simplemente en su manera de ser y ayudarles ante sus peticiones, en sus cambios de humor, en algunos cambios de comportamiento, en su problemática con sus estudios por falta de atención o en sus huídas hacia adelante queriendo huir de su dolor.
¿Cómo ayudarles para acompañarles en su tristeza, no sólo la que vive junto al padre, madre, padres, hermanos o en solitario? Fácil no es.
Los pequeñines, al no entender la palabra muerte, harán las preguntas que les gustarían les respondiéramos y a veces nuestras respuestas, quizás no son las que ellos pueden entender.
Hace tiempo que creo que las mejores respuestas las tienen ellos mismos, y si preguntan, la mejor solución, me pregunté hace ya tiempo cómo, ¿cómo lo podemos hacer? Simplemente devolviéndoles sus preguntas y ellos os dirán, la que imaginan o quieren recibir porque tienen una capacidad innata, genuina, lúcida que les hacen creadores de supervivir por su ingenuidad y un corazón que les late con la canción que les acuna si les cae una lágrima o una duda.
Más tarde, cuando van creciendo, las soluciones no son tan fáciles, pero sí os puedo decir que si su entorno se cuida, trabaja su duelo y pierde el miedo a la muerte, ellos caminarán junto a vosotros según viváis el duelo, de vuestros hijos, de sus hermanos.
Continúo pensando, y no me cansaré de repetir, que debemos educar a nuestra sociedad y desde pequeños, que no viven en una burbuja sin contar que los sentimientos se han de conocer para vivirlos, sentirlos, y compartirlos, cuando estos duelan.
Es bueno también, hablarles de la finitud de la vida, en la medida correcta a su edad. Es una manera de ayudarles a crecer con la seguridad que cuando se enfrenten a ellos no les lleguen a bloquear y les ayuden a seguir viviendo con los recursos que desde pequeños pueden aprender y en un momento dado puedan estos enfrentarse a la adversidad y sepan vivirla con seguridad y serenidad.
En cada edad debemos progresar en encontrar la manera de ayudarles a vivir el momento como único e irrepetible, a valorar los sentimientos como vivencias que debemos vivir, compartiendo sin recibir recomendaciones, pero siempre escuchándoles cuando nos necesiten y hablarles del valor de una lágrima y, si es necesario también con ayuda profesional.
Maria Dolors Estivill ( Lola)
A continuación tres testimonios de diferentes personas que ante nuestra petición han accedido con sus escritos a hablarnos de este tema expuesto hoy, de sus padres, hermano, hermana y amigo.
- Testimonio de iban Navarro:
“Mis sentimientos después de la pérdida de mi padre”
Mi nombre es Iban y el pasado 24 de Diciembre perdí a mi padre, Pere, por culpa de un cáncer que esta vez no pudimos superar.
Mis sentimientos vienen condicionados claramente por las dos otras grandes pérdidas de mi vida que han sido: la de mi mejor amigo Víctor, cuando tenía unos 20 años y la todavía más trágica pérdida de mi hermana, Mireia, cuando tenía 28.
Fue muy difícil de aceptar y mi sentimiento de tristeza era infinito.
Estas experiencias y con la guía de leer a ciertas personas brillantes, que me han hecho entender que la tragedia es parte necesaria de la vida y ninguno puede escapar y que tienes que estar siempre preparado para cuando lleguen, porque tarde o temprano llegarán.
Encajar la muerte de la persona más influyente en mi vida, junto con mi madre, Isabel, no ha sido nada fácil tampoco y aunque hay un inevitable sentimiento de tristeza y soledad, es superado por un sentimiento de agradecimiento a una persona que dedicó su vida a nosotros, de ganas de seguir adelante con firmeza para conseguir que su esfuerzo para que fuéramos felices no sea en vano; ahora tengo la extraña sensación que, de alguna manera, me mira desde algún lugar y que ya no puedo escapar de su lección y de su amor nunca más. Lo siento conmigo más que nunca.
No tengo ningún problema en hablar de él con todo el mundo y recordarlo cada vez que puedo, a menudo entre sonrisas y a menudo entre lágrimas de alegría y añoranza, tal y como él marchó.
Ha ayudado mucho esta vez, a diferencia de las otras dos veces, que nos pudimos despedir y pasar un último momento de amor infinito juntos que nunca olvidaré.
Iban Navarro.
- Testimonio de Elia Andreo:
¡Hola Lola!
Justo estos días hablaba con mi marido y le decía: el primer año del fallecimiento de mi hermano, fue rapidísimo, dije fue el 26/08/2020. ¡Ya ha pasado un año…! ¡Qué rápido! Y estos días mi argumento es el contrario: No hace ni dos años que no está.
Era mi único hermano, mi mejor amigo, mi confidente. Durísimo.
El motor, mi motor, es levantarme y cuidar a mis padres porque, para más “inri” sé que es perder a un hijo.
Desde que os conocí quiero vivir por ellos que no pueden vivir. Dar sentido a la vida, ser mejor persona.
Cualquier noticia sobre infartos. Cualquier contratiempo en el camino, me derrumba. Pero luego me pongo erguida y sigo caminando. Pienso que ya que sigo aquí, he de pasarlo de la mejor manera posible, aunque son muchos días de caídas. Pienso que, si me viera, estaría orgullosa de mí.
Elia Andreu
- Testimonio de Mariona Batiste :
Papá
Hoy me he ido a dormir pensando en ti…. De hecho cada día lo hago…, pero hoy pensaba en la suerte que te he tenido como padre. ¡Te encuentro tanto a faltar!, pero cada día siento más que estás conmigo, con todo lo que hago, con las cosas que digo, en los ratos bonitos que paso con los pequeños, tus nietos, que te adoraban y que también te encuentran a faltar.
Nunca será igual sin ti, pero sí que puedo sentirte cada día y estoy segura que soy mejor persona gracias a ti, por todo lo que me diste, por todo lo que me enseñaste,…
Es un proceso duro, pero sé que, mientras yo viva, tú estarás aquí.
Te quiero muchísimo papá.
Mariona Batiste Mercadé
A los tres les agradezco sus escritos en este tema tan poco desarrollado e ignorado, pero que es tan real como la vida misma.
Fins el proper divendres día 14 de maig 2021.
Un abrazo. Una abraçada
María Dolors Estivill Martínez (Lola)